Los espíritus del rito
Vida, muerte, mitos, danza y transfiguración.
Por Ender Rodríguez
“ Todo el universo está en proceso de génesis. También la vida...
Leonardo Boff, El vuelo del águila.
En los misterios del inicio de la vida y del Todo, existen espíritus y seres de la sobrenaturaleza, haciendo complicidad con el extraño ritmo de la danza vital, esa que no es más que la vida misma. Todo es danza, la vida y la muerte, la paz y la guerra. Unas danzas son atroces; otras, celeste poesía. En el inicio de los inicios hubo estruendos, el big bang por ejemplo, como estallido fue la bomba inicial del universo.
Todo está en movimiento, las vidas, sociedades, países, la Gaia o cuerpo-tierra, los árboles, y en fin, la cultura y los pueblos -sean considerados o no tribales-. Todo ello lo explica la holística, los interrelacionamientos entre seres es ley de existencia. La biodiversidad nos muestra su realidad, asimismo la pluriculturalidad. Cada pueblo desde su ethos tribal. Sin embargo, cada uno vive sin sentirse carne del otro, no logra notarse en la creación y recreación permanente como colectivo. Hubo una historia común, un relato que nos trajo aquí, un camino de la evolución y hominización colectiva y creciente. Al contrario, se generalizó la ruptura y separación. Esa fisura humana que nos divide cada vez más. Se quiebra entonces, el huevo cósmico inicial. La vida es también luz y sombra, yin y yan. El ser humano no escapa a ello, es también sapiens y demens a la vez. No olvidemos que antes del ser vivo, había un inicio de ese ser: Una explosión, un mar de lava, y una historia permanente de vidas y muertes en proceso, glaciaciones, extinciones, adaptaciones, nuevas creaciones en evolución; y todo ello, transcurría como una gran danza vital sin freno.
El astro sol, gigante fuego sagrado, danza de forma casi ritual y de manera circular alrededor de nuestra galaxia, a más de 200 kilómetros por segundo. Este rito espacial no se ha detenido por millones y millones de años.
La vida es también parte de la danza del Todo. La vida se mueve a pasos agigantados, pero muchas veces con anti-armonías y con caos sorprendentemente delicados. Las extrañas danzas de la actualidad, se muestran perversas, desde los nuevos relatos y acciones de poder del ser humano del siglo XXI.
Sobre el desencadenado origen
El pensamiento primitivo en dinámica acción de vida, dio inicio a las más insospechadas culturas humanas en su plural sentido de ser.
La religión, los mitos, las reglas sociales, las ideas, la política, el humor, el sexo, lo lúdico y todo el cosmos humano, se abría paso en las oscuras selvas de la evolución y en el rodar de la historia.
El complejo mundo del ser, no deja de apartarse del imaginario social, de las mitologías del inicio y su explosiva creación espiritual diversa, y de las más recientes teorías de la contradicción permanente entre el ser humano, y el converger de su auto-rival histórico: Él mismo.
La historia aunque no siempre poética es historia, es el recorrido del tiempo en el espacio, en el contexto total: De autor y autores en inter-relacionamientos.
No existe error alguno en la antropogénesis, que nos hace sabernos hijos del mismo cosmos y familia de la misma eva negra parturienta, originaria, la primera madre habitante del continente africano, cuna de la humanidad.
El relato, el mythos, intenta unir lo extratemporal divino con la historia real. El ser humano es parte entonces, de la complejidad del Todo. Su integración bio-sico-socio-espiritual le imprime también un espacio vital al ser como homo sapiens, se expande así, el mundo de las ideas en él mismo. Su necesidad de relacionarse y soñar el mundo, de re-pensarlo y re-elaborarlo, de interpretarlo, de intervenir e incluso de dominarlo en parte o dominar a sus “iguales”. Esa capacidad cerebral “avanzada” le da el privilegio del análisis, la acción desde el poder y una concepción de nuevas y nuevas ideas.
Parafraseando a Boff y usando sus terminologías (2000), las revoluciones del neolítico serían el paso certero de una cultura de recolectores y pescadores a procesos más complejos, como en efecto surge una maduración técnica hacia la revolución agrícola. Luego vino la revolución urbana con un cambio en el nomadismo originario de las agrupaciones humanas por recorrer el todo permanentemente, esa alucinante aventura de hacer vida andante en clanes móviles, en crecimiento dinámico y espacial.
Se sumaban en su recorrido más y más cambios, la revolución de la irrigación y la revolución pastoril. Con el paso de los años, una mayor complejidad en las relaciones, encuentros y desencuentros, acciones, contracciones y contradicciones, surge la famosa revolución mercantil y se conecta algo después, la revolución industrial. Los intereses de algunos grupos humanos sobre otros y una fuerte cultura de poder crece cada vez más, convirtiendo al ser humano en lobo de él mismo (Hobbes). Acaso nuevos mitos del poder se asoman, mitos del ser superior en una supuesta escala evolutiva competitiva –sin límites-. Se va sumando luego a todas las revoluciones anteriores, una terrible revolución termonuclear, con sus grandes riesgos planetarios. En esa suma y avance del tiempo, están solidificándose a diario la revolución del conocimiento, la información y ahora, la revolución planetaria, esa forma de conectar indefectiblemente al planeta en una “misma dirección”.
La vida se hace cada vez más compleja. Su autor principal: El ser humano, busca separarse de la cadena biológica inicial y no sólo la ha interrumpido en cierta forma, influenciado o intervenido, sino que la dirige a veces, como un piloto planetario que a su vez, está encadenado a la furia del planeta mismo (desde sus estruendos y reacomodos). Gaia es un planeta vivo, dinámico, sufriente y cambiante, no estático. Ya lo sabían los griegos más que el propio Einstein, cuando descubrieron las uniones del universo interconectado. Esta realidad de interconexiones cambiantes o dinámicas, se muestran al interior de las sociedades humanas en general. Ello, queda al descubierto al notar los cambios dramáticos de las culturas tribales, urbanas, del centro o periferia, de diversas raíces o procedencia, “civilizadas” o etnocéntricas, dominantes o dominadas. Todo está conectado de alguna forma.
Los mitos primitivos ante la ciencia, la racionalidad occidental y ante la movilidad de sus pueblos hacia las urbes y sus nuevos rituales modernos, encantos y desencantos, religiones o engaños; hace que estos relatos originarios como mitologías tiendan a perder vigencia, valor y por tanto, tiendan a morir y perderse, rehabilitarse, renacer o a reconstruirse en algunos casos. La antigua cadena de uniones entre jóvenes aborígenes y ancianos aborígenes “considerados sabios”, se va rompiendo lentamente al igual que los rituales. La sedentarización, el crecimiento desequilibrado de los pueblos, la invasión de pueblos mestizos o extranjeros –caso mineros o migrantes-, la visión de desarrollo del estado nacional, junto a la pobreza y exclusión históricas, se hacen hoy día, desfarorablemente parte de la vida sustancial de los pueblos indígenas actuales. Y entonces simplemente, todo cambia, sólo cambia. Los valores y concepciones se transforman.
Rituales y realidad
Según Elaine de Beauport (1980), el cerebro básico del ser humano es el cerebro reptil, el cual está ubicado en la base del cráneo. Éste es el más antiguo e inclusive, es el responsable de los instintos más silvestres del ser, la delimitación del territorio, los rituales y rutinas, entre otras importantes tareas de comprensión delimitada en aspectos de la vida. Ahora bien, también podemos decir que los rituales pertenecen más bien, a un sub-mundo del insconciente colectivo, y se reproduce por generaciones a través de las particulares nomenclaturas simbólicas de cada clan, etnia, pueblo o cultura humana. Los rituales muchas veces, actúan desde lo irreflexivo e intuitivo, y aunque sea hermosa tradición humana ésta manifestación del alma étnica, suele quedar posiblemente en la mecanicidad de lo repetitivo, y por tanto alejada de la total y estructural organicidad de la vida.
Cabe una pregunta al respecto:
¿Hasta qué punto la representación ritual en un pueblo, se suma equilibradamente a su vida diaria y consciente, conectándose de manera orgánica con la acción y el día a día de éste ? ¿ Podría encontrarse en divorcio el hecho del rito de un grupo étnico con su vida diaria real, o entrar en cambiante contradicción con el pasar de los años ?
Todo el maravilloso bosque floreado de diversidad ritual, mitológica, étnica, lingüística y colectiva, más allá de la afirmación cultural de cada grupo humano; podemos notarlo en la indetenible realidad, como en proceso de dinamismo cambiante. Los rituales al igual que los aspectos fundamentales en la vida de los pueblos aborígenes, y al igual que un pueblo urbano; todos se enfrentan a los más variados cambios y transformaciones sociales como en danza imparable de variaciones permanentes -fruto de la vida misma-. La cultura es cambiante y dinámica, no está detenida, muerta o estable; de no ser así, no se denominaría cultura.
Clarac de Briceño (1999), al referirse a las antropologías y los cambios actuales de visiones del mundo, plantea esta interesante y densa reflexión:
“El futuro hoy es la mutación de las sociedades, en una amplia red de sistemas operativos que
reinan en adelante sobre lo social y cultural, y esta red –en la cual estamos metidos queramos
o no- la creó la sociedad occidental, a la cual pertenecemos también (especialmente a nivel
académico) pero sin pertenecer totalmente, por nuestra condición de sociedad de reciente
formación multiétnica no terminada”.
Mary Melnik (1995), en sus investigaciones sobre productos forestales, desarrollo sostenible y la etnia amazónica Piaroa (Huottuja), encontró como síntesis actual, posiblemente generalizable a la mayoría de las etnias venezolanas, que contemporáneamente al incremento poblacional de los habitantes en los bosques tropicales y al aumento de contacto de nativos con la cultura occidental, surgen tres problemas fundamentales: insuficiencia de la oferta local de alimentos de los pueblos, el declive del área forestal y la pérdida de los conocimientos indígenas.
El autor del presente ensayo ha presenciado aún con mínimas excepciones honrosas todavía en estudio, la casi muerte total del hermosísimo y poético ritual de creación piaroa, el Warime, presente milenariamente en esta etnia, habitante de importantes cuencas entre los Estados Bolívar y Amazonas en su propio territorio demarcado por los investigadores e historiadores como territorio, hábitat o espacio de vida Piaroa.
Ayamanes, espíritus y Turas
La palabra Ayamán o Ayomán según Alfredo Jahn, significa en lengua de esta tribu: Hombre. Por otro parte, encontramos que posiblemente los Ayamanes pertenecían a la familia lingüística Chibcha y que formaban de los pueblos Jirajara como subgrupo (Rafael Strauss, 1992).
Ramón Querales (1995), nos dibuja un posible panorama Ayamán de la siguiente manera: “La tierra se labraba por todos… Por lo leído en Federmann, los caciques Ayamanes como entre los Maypures, representaban la tribu, dirigían los combates, la caza y la pesca, el traslado de las viviendas cuando por ejemplo, se agotaba la fertilidad del conuco…”
A través del ritual de Las Turas, se podría inferir que la cultura primigenia de donde provenía todo el sistema de organización de esta danza como rito estructural y ancestral complejo, era parte de los Ayamanes como pueblos organizados, con fórmulas y normas sociales de convivencia y de expresión espiritual. La danza ritual de Las Turas, es un muy particular rito mágico-agrario-devocional, transformado pero sobreviviente y dinámico ante los cambios y nuevas posibilidades sociales de sus pueblos portadores, ligado profundamente a la tierra, a mama natura: Gaia, y a la unión cósmica entre seres terrenales y sobrenaturales, unidos por el misterio sagrado. El rito como tal responde a su vez, a una inmensa necesidad humana de solicitar y agradecer abundante salud, cosechas, favores, vida plena y abundante a los hijos de esta familia descendiente Ayamán (como pueblo turero mestizo y afroamerindio).
Los pueblos practicantes de Las Turas solicitan lluvias, cacería, favores, vida plena, plantas medicinales y salud para sus iguales, su cultura y familia actual. Con el advenimiento de la fe católica y otras religiones o filosofías foráneas, se adoptan como sincretismo ciertas prácticas asociadas a las Turas o transplantes como rito combinado actual –dinámico y cambiante-.
Anteriormente, según Rafael Strauss (1992), este ritual dancístico se mostraba en las zonas habitadas por esta importante cultura de descendencia Ayamán en donde se:
“Escenificaban Las Turas en las comunidades como Bella Vista, El Vegón, Cerro Colorado,
El Cacuro, El Tigrito, El Hueque, El Ramal, El Torito, El Cerrón, Mapararí, San Pedro, La
Chara, El Chipopo, Duvisí, Pararilla, La Garza, Las Colinas, La Veguita, Los Ralones, Los
Cogollos, Pozo Largo, Pozo Redondo, Ojo de Agua, El Valle, Quebrada Honda, San José,
San Isidro y Santa Teresa en la parte sur del estado Falcón, así como también en los de Aguada
Grande, Bobare, El Jusal, Siquisique, El Sisal, El Copey, El Topeye, La Venta y San Miguel
Arcángel de los Ayamanes en la parte Norte del estado Lara.”
Los Ayamanes según Ramón Querales (1995), ocupaban un territorio triangular que se iniciaba en Matatere, Municipio Irribarén y sus lados se prolongaban hasta más allá del río Tocuyo, al sur de Churuguara y de una pequeña parte del municipio Silva. Hoy día lamentablemente, las comunidades campesinas descendientes de estos pueblos antiguos, se debaten entre el destino incierto de una problemática en la tenencia de la tierra, la ausencia de una política agraria sostenida y sustentada en la producción, autogestión y organización colectiva y familiar resistente ante las realidades de competencia capitalista desigual en nuestra nación venezolana.
El mencionado ritual no se ha mantenido de manera consecutiva ni antes ni después en los lugares exactamente nombrados por Strauss. Se han dado en este sentido, posiblemente dos fenómenos paralelos –los cuales explican en parte el dinamismo de Las Turas en el tiempo y en el espacio-.
El primero se refiere a que este complejo rito de extracción ancestral, el cual se quedó como registrado transformándose y manteniéndose en algunos pueblos con mayor intensidad que en otros por razones diversas (válidas para estudiar), saltando y enfrentando los siglos, la neocolonización, la entrada de nuevas sectas, religiones y otras visiones filosóficas, así como transculturación y pobreza permanente junto a los restos o indicios de modernidad, los cuales apenas se han asomado lentamente por las periferias de nuestro país.
El segundo fenómeno que acompañó a la extraña y victoriosa salvación temporal de esta danza, es la pérdida, desaparición, muerte o reaparición sobreviviente, cambiando parte importante de su estructura ancestral fundamental. En los Cañitos de Santa Cruz de Bucaral en el municipio Unión del estado Falcón, reaparece y se muestra con figuras simbólicas -contrarias a la tradición de las autoridades indígenas rituales masculinas-. Es decir, en este caso, a diferencia de los hombres, quienes han sido por años privilegiados por sus culturas ancestrales, las mujeres ahora asumen la pervivencia también temporal de esta manifestación cultural o folklórica como nuevas líderes shamánicas.
En la zona del Moroturo del estado Lara, se puede notar diferencias importantes y en algunos casos extremas, en comparación entre danzantes, preparación y procedimientos para dar sentido a la danza de Las Turas, con respecto al proceso seguido por las de San Pedro de Mapararí del estado Falcón –por ejemplo-.
Existen casos como en la migración de familias tureras a otros estados del país, estableciendo el ritual de Las Turas desde sus propias diferenciaciones y cambios o nuevas reformulaciones-adaptaciones, como en zonas cercanas a Turén en el estado Portuguesa.
Sean cuales sean sus diferencias, pervivencias o reapariciones, de alguna forma siempre se mostrarán en el tiempo imaginario nuestro, esas bellas y misteriosas posibilidades de elevación e iluminación como danza de los espíritus, como signos de la sobrenaturaleza y el misterio total en movimiento, liderado por seres terrenales tocados por la luz de los ancestros. Las rondas energéticamente se moverán al sonido del trueno-lluvia como maraca primigenia, y a la par de las flautas –pájaros silvestres -, y todos ellos a su vez, ante el centro, el palacio sagrado, el árbol de la vida como árbol abundante del más allá.
Transfiguración y utopía
Los cambiantes momentos vividos por los pueblos aborígenes, mestizos, afrodescendientes e hijos de culturas como la Ayamán, se enfrentan al devenir del tiempo y a la transfiguración como cambio fundamental. La utopía no dejará de sonar en las voces de los ancestros y los nuevos líderes locales.
Los pueblos deberán dar el paso de la expresión ritual a la reorganización consciente de su nueva realidad, su nuevo día, su colectividad cambiante, naciente, la afirmación étnica y el fortalecimiento de su sentido actual de ser, danzando hacia su futuro, su mañana, su alba.
Parafraseando a Leonardo Boff (2000), podremos decir que una nueva mundialización y relaciones humanas globales, deberán reconstruir las relaciones de poder ya no en dominación, sino en mutualidad biofílica (reciprocidad entre seres vivos y pueblos), para seguir viviendo y creciendo otros 10 millones de años más. Por fin habrá entonces, una experiencia globalizada espiritual de nuevas energías del universo hacia la sinergia de todos sus hijos en aldeas de luz calurosa, colectiva y fraterna.
Bibliografía
- BOFF, Leonardo. El vuelo del Águila. Ediciones Dabar. México, 2000.
- CONICIT, CONAC, CIET – ULA. Hacia una Antropología del Siglo XXI. Mérida, 1996.
- DE BEAUPORT, Elaine. Caras del cerebro. España, 1994.
- GTZ / CAIAH-SADA AMAZONAS. Amazonas Modernidad en Tradición. Caracas, 1995.
- QUERALES, Ramón. Los Ayamanes Hombres de sol y agua. Barquisimeto, 1995.
- RODRÍGUEZ, Ender. Cantos del Origen Aproximación a las Culturas Indígenas y a la Postmodernidad. CONAC-Amerindia-NNEE. San Cristóbal, 2002.
- STRAUSS, Rafael. El Tiempo Prehispánico de Venezuela. Caracas, 1992.
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