jueves, 24 de abril de 2008

ALI PRIMERA Y LA DIVERSIDAD CULTURAL,por José Millet

Alí Primera y la diversidad cultural

Por José Millet*

Alí es el ejemplo más alto del nuevo canto nacido en Falcón, a golpe de escardilla hiriente de una tierra semidesértica, pero que al preñarse da los frutos más preciados. Supo hurgar en los escondrijos de la canción en sus más diversas modalidades, tal como se daban en la región y en otros sitios de la geografía nacional, como la entrañable Lara, con el horcón mayor, Pío Alvarado, y el Zulia, última escala de su órbita vital, realizada pocos días antes de morir trágicamente. Interminable la lista de los cultores populares que reconoció y en los cuales se inspiró para componer temas que le proyectaron a la aceptación de toda Venezuela, ejemplo elocuente: los Salveros de San Hilario, cuando sumó su voz a la canción solidaria con el cerro Galicia, en 1981. Transitó por las grandes ciudades, en la patria y fuera de ella, pero hasta el postrer momento reivindicó su entraña de campesino paraguanero, de donde había aspirado el humus esencial de su vida llana, desenfadada y sincera, que alimentó una poderosa manera de asumirlo todo con la reciedumbre y valentía del hombre bueno del terruño; marca distintiva asimismo de su inicial trova soñadora y mañanera. A nada, sin embargo, fue ajeno, porque atento estuvo siempre a los latidos musicales de la Patria Mayor que es Latinoamérica, a cuyos pueblos entregó su militante cántico comprometido.

No cabría, pues, mejor explicación para la presente Exposición “Alí, una vida en imágenes” que el homenaje del Estado Falcón a la vida y a la obra del Padre Cantor del Pueblo Venezolano, en el marco de este Encuentro por la Diversidad Cultural (2006), de la cual también Alí se redimensiona como símbolo, en tanto la trató no sólo refiriéndola a las manifestaciones del espíritu humano, sino también al respeto y a la defensa de la biodiversidad en toda la plenitud y extensión del término. Hombre y Naturaleza para él debían marchar al unísono. Mas su excepcional capacidad intelectual lo condujo a diseñar el programa más acabado y radical de la política cultural de un país, como Venezuela, en el cual soplaban ráfagas de cambios profundos inspirados en el pensamiento de El Libertador, continuados por las masas populares cuyas creaciones asimiló y recreó con genial originalidad, las mismas que cantaron y bailaron al ritmo inefable de este poeta-cantor falconiano. Reivindicó al indio, instaló en su lugar la gesta de liberación nacional del negro extrayendo de ellos valores esenciales como el de la libertad y colocó el corazón del pueblo en su mano, para levantarlo como el verdadero puño que golpea las tinieblas.

Porque sabía como ningún otro artífice el precio y la función de las ideas en la lucha frontal de las masas explotadas contra la clase que le ha negado siempre el aliento, le dio al arte su rol decisivo en la organización de un movimiento cultural basado en los poderes creadores del pueblo, que se constituyera en la trinchera de primera línea en esa disputa y desde la cual se librara el combate por la unidad de la sociedad, más allá de los intereses de grupos políticos que, lejos de adelantarla, han dividido siempre a la gente para lograr sus fines. En ese pecho solidario se juntó la sangre toda de la nación, más allá de los orígenes de etnias y de “razas”, a las que nunca mencionó por su contenido reaccionario, como en un haz de varillas múltiples de un entramado nacional que resume en un rayo de luz el arco iris del país que ahora se está fundando definitivamente, gracias a esta revolución de los oprimidos que en justiciera apreciación denominamos bolivariana. La unidad es en términos políticos lo que la identidad en términos de una cultura nacional, forjada en el proceso de liberación e independencia nacional, no excluyente de objetivos libertarios a nivel supranacional.

Es lo que hizo brotar de la garganta de Alí la música de su pueblo, cargada de sentimientos, aires melódicos y ritmos que recorren el cuerpo físico de toda Venezuela, cuyos intereses y necesidades expresivas y sociales interpretó magistralmente con la sensibilidad característica de un juglar pueblerino por cuya mente pasó un turpial diciéndole que en el cují se sintetizaba la dimensión universal del ser humano. Porque como Venezuela es resumen de la Humanidad, el canto de Alí aglutinó todas esas sangres para reconocer en cada cultor del pueblo el polen necesario para levantar la Patria bonita con que soñó y guerreó este coriano de pura raigambre, como gajo joven del tronco familiar representado por Mama Pancha y Carmen Adela. Uno en la diversidad, como su pueblo venezolano, el canto de Alí inspirado en lo múltiple y heterogéneo se suma a esta reflexión acerca de dónde venimos, cómo se forjó la identidad venezolana y hacia dónde deberemos conducir los pasos en este laberinto de pueblos y culturas con los que nos ha tocado convivir. Frente a este mundo donde el poder hegemónico de las potencias del Norte debilita nuestros sentimientos, niega la riqueza artística e innovadora de las localidades, comunidades y regiones para imponer un modelo de cultura global que es el nuevo instrumento de dominio, ahora con pretensión de ser establecido a escala planetaria, no hay respuesta más oportuna y eficaz que presentarle aquel puño poético y de claro pensamiento transformador, sólido y firme, que levantó Alí, con el respaldo de la conciencia plena del pueblo de que su saber más preciado permanece en el fondo ancestral del Hombre, dispuesto a enfrentarse a las tinieblas y con la voluntad de llegar al buen puerto, donde el hombre será hermano del hombre, más allá de cualquier distingo de procedencia étnica, color de piel, sexo o posición social.

Alcanzar la Humanidad que Alí visualizó y a la que le cantó, a la que aspiramos y por la que luchamos desde esta trinchera del deber, una y diversa, humana y solidaria que es la cultura: he aquí la meta última y trascendente de nuestras obsesiones.

*Director del Centro de Investigaciones Socioculturales de INCUDEF

Directivo de la Red de Escritores de Venezuela.-

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