viernes, 25 de abril de 2008

Los Zagaletones de La Guinea, coro

Los Zagaletones

En la calle Ampíes número sesenta y dos, frente a la plaza Juan de Dios Monzón, está la casa de­ un señor de Caracas, único hombre que tenía caballo de “paso fino” en la ciudad y a quien el padre de Mario Aular vendía mercaderías en su condición de agricultor de las huertas de Coro. Esa casa, conocida también como el Palacete del General Laclé, posee una cornisa que algunos clasifican de influencia foránea, incluso se preguntan: ¿árabe a judía? Contiguamente está la casa que hoy ocupa la Posada Los Pájaros. Justamente en esa plaza y sus alrededores se reunían cada 30 de noviembre algunos antiguos residentes del barrio para rememorar aquellos tiempos de la infancia cuando hacían travesuras y malandrerías tales que los hizo merecedores del epíteto de “los zagaletones”, cuyo significado principal combina el calificativo de zángano – quien no hace nada, vago--, pero que a su vez lo hace persiguiendo una diversión sana. Una de esas aventuras los llevó a lanzar una pelota a modo de un contundente proyectil que quebró el vidrio de una de las ventanas de esa enorme casa de vivienda que hace esquina, a la que hemos hecho referencia.

Casa o Palacete del General Laclé.

El hecho, por su violencia y ser desacostumbrado, provocó cierta reacción en el vecindario y se esperaba la reprimenda o regaño de su dueño, cosa que al parecer no se produjo. Pero hubo protesta de los vecinos, quienes le hicieron llegar al periodista Márquez Yánez una nota para que la comentara en su programa “Los cumpleañeros” transmitido por Radio Coro. Pero... ¡sorpresa para el escuchado comunicador social!: en la lista que le pasaron para denunciar a los vagabundos, se consiguió el nombre de su hijo! Brotó la expresión jocosa de sus labios con que el ingenio criollo vence el mal momento: “Señores radioescuchas, esta es otra broma de “los cumpleañeros” del día de hoy, quienes quisieron echarle al Comandante de la Policía, precisamente en una ocasión memorables cono la de hoy, cercana al día de los inocentes”, se apresuró a comentar en el micrófono el atribulado locutor para salir airoso de tan complicado lance.

En el encuentro de los “zagaletones” del pasado año, pudimos verificar la capacidad de movilización y de organización que tiene una comunidad cuando se dispone a mantener a toda costa algún valor o experiencia colectiva que le sirva para lograr su cohesión interna, más allá de limitaciones de diversa índole, como las monetarias y materiales. Esta costumbre de reunir anualmente, siempre para una fecha fija, a los que nacieron, se criaron o vivieron durante mucho tiempo en La Guinea, llevó a quienes creen y mantienen esta costumbre a constituirse casi en una cofradía en torno al recuerdo de los hechos antes enumerados. Desde hace varias décadas se reúnen alrededor de la mencionada Plaza, donde levantan un improvisado escenario, y evocan el pasado, con manifestaciones de alegría y hermandad. La fiesta es amenizada por agrupaciones musicales e intérpretes que actúan para los invitados desde horas tempranas en la mañana hasta casi el anochecer. Existe una comisión encargada de la obtención de los recursos económicos y materiales; de cursar las invitaciones y de organizar el encuentro que transcurre con un tono familiar, divertido y lleno de paz. Cada cual hace su aporte monetario durante el año y parte de los gastos se sufragan con la venta de bebidas convenidas previamente con las empresas licoreras.

Es una evidencia de que una actividad social puede derivar en una tradición cultural capaz de lograr el autofinanciamiento cuando los miembros de una comunidad tienen la voluntad de preservarla.

Mural “Los Zagaletones de la Plaza Monzón

Plaza Monzón, corazón de la tradicional fiesta de Los Zagaletones.

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