viernes, 25 de abril de 2008

Bajada del Niño Jesús, Coro

Bajada del Niño Jesús, Coro

Muchas de las actuales tradiciones culturales del coriano hunden sus raíces en la etapa precolombina o en tiempos en que la vida se extendía a lo largo y ancho del campo. Si queremos comprender mejor su psicología y peculiar modo de ser, este acercamiento debe enfocarse hacia su relación con el entorno físico inmediato que ha rodeado y envuelve a Coro: a la sierra coriana. Algunos ejemplos de tradiciones muy arraigadas en la ciudad tal vez ilustren más fehacientemente lo que queremos explicar. Veamos qué sucedió con la tradición del Nacimiento o pesebre del Niño Jesús, cómo era entonces y su vinculación con el presente.

El santo patrono del asentamiento serrano Macuquita es el niño Jesús. Hay quienes afirman que este sitio sirvió de “centro de invasión” desde donde partió la tradición de la bajada del niño que fue introducida en Coro. Debemos responder la pregunta de por qué allí se formó esta tradición y su extensión a una ciudad marcaba presuntamente por el signo femenino de María. De hecho se afirma que la Virgen de La Guadalupe es la advocación de Coro. Lo cierto es que tanto en Macuquita como en La Chapa se mantiene esta tradición.

Ha sido una suerte identificar algunas familias del barrio La Guinea a través de cuyos hilos es posible escudriñar los senderos o canales que sirvieron de entrada a la ciudad de algunos procesos y fenómenos de la cultura tradicional popular a menudo muy poco estudiados. Es el caso de la familia Cazorla, a la cual le vamos a dedicar aquí un espacio considerable en razón de que es una de las más emblemáticas de lo que tenemos la intención de exponer.

Marcos Cazorla, de 52 años de edad, alguien cuyo apellido es español, nació en la casa de la calle El Sol número cuarenta y cinco. Es hijo de Víctor Cazorla y Maria Jiménez, quien tiene 78 (79?) años. Esta familia es una referencia importante del barrio La Guinea por haber mantenido algunas de las costumbres culturales más emblemáticas del barrio, como el del pesebre o nacimiento del niño Jesús y la del tambor serrano. El 30 de noviembre se produce el repique de tambor en señal de que se inicia el período de Fiestas en Navidad que se extendía y extiende durante todo el mes diciembre y parte del siguiente mes de enero. En los preparativos de la celebración del nacimiento del Niño Jesús, se movilizan los miembros de la familia para obtener o comprar los materiales con que se construye el Belén.

En efecto, se iba a la sierra a buscar algunos de estos materiales con que se construiría el pesebre, hecho todo artesanalmente, no como se prepara actualmente en que muchas familias lo arman con figuras y cosas adquiridas en las tiendas con materiales prefabricados industrialmente. Se traía incluso la hierba de la serranía.

El día 15 de diciembre se colocaba en la casa el pesebre, iluminado con lamparillas y velas; en las últimas décadas la luz se coloca con bombillos de colores y música. Pero lo tradicional era el adorno de papel pintado por la gente y la hierba traída de la serranía coriana.

Apolinar Cazorla Brito, nacido, criado y muerto en Coro, tenía una agrupación o conjunto de tambor serrano. Se le atribuye haber creado la tradición de la Cruz de Mayo en el barrio coriano de San Nicolás. Se adornaban tres cruces grandes que eran colocadas en la sala de la casa para tocarle con cuatro tamboritas serranas, instrumentos musicales con que se acompañan los cantos.

La imagen en bulto del niño Jesús era traída en andas desde la sierra el 24 de diciembre. El toque de la tamborita serrana acompañaba la marcha hasta la entrada del barrio, algunas de cuyas calles eran recorridas siempre. La peregrinación se repetía el seis de enero, o sea, durante la epifanía o Día de Reyes, como se le conoce popularmente.

Los peregrinos se acercaban a las casas para pedir aguinaldos: “¿No hay un cobrito?”. “Pues entonces, pues, ¡déme la arepita!”, decían con su gracia y desenfado, gesto que casi siempre era correspondido con algún agasajo porque cada familia, por más pobre que fuese, se esforzaba durante el año por ahorrar y conseguir algunas cosas que se consumirían en estas celebraciones pautadas en el calendario festivo anual. En el peor de los casos, el agua ofrecida por los vecinos, o tal vez un refresquito casero, mitigaba la sed de los peregrinos que agradecían cualquier paradita que hicieran luego de tan prolongado recorrido.

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