El tambor coriano: tocadores principales
Los viejos del barrio
Se ha hecho un lugar común la afirmación relativa a que, en la tradición del tambor coriano, parece haber un enlace o relevo femenino que va desde María Chiquitín a Olga Camacho, cuya agrupación, hace unos años bautizada con el nombre de “
Nos parece muy importante la información y el enfoque que nos ofrecen Rafael Sánchez y José Pero* en su libro Coro, aspectos históricos, en el que afirman que, para el año 1585, en el Sur de Coro existía un barrio de negros --africanos o loangos-- denominado barrio de Guinea en recuerdo a los pobladores procedentes de las islas de Curazao, Aruba y Bonaire, inmigrantes a quienes estos autores atribuyen su fundación. Por ello a continuación vamos a glosarla a fin de que los lectores tengan la oportunidad de evaluar lo expresado por estos acreditados autores.
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* Sánchez Rafael y José Pero: Coro, aspectos históricos (volumen II), Coro, ediciones corianidad [1991]
Olga Camacho,
En 1575 existía un poblado de igual nombre en la serranía de Coro. Conforme a real cédula del 27 de abril de ese mismo año, el asentamiento se extendió desde Curimagua hasta Coro. En tiempos del adelantado Heredia, predominaban unas casitas con forma de ranchitos de paja y otras construidas de bahareque, o sea, de paja, bejucos y barro en forma cuadrada tipo panela. Los referidos negros serranos visitaban el cantón de Coro los fines de semana en que tenían lugar bailes y canturías con predominio del ritmo del tambor entrelazado por lánguidas canciones en “lengua primitiva”. A fines del siglo XIX existió en Coro una colonia curazoleña, procedente de esa isla neerlandesa, donde también se repicaba el tambor y se cantaba en papiamento.
Los pobladores de Curazaito se reunían los días viernes, sábados y domingos para cantar y bailar. Entre ellos, los Stekman, los Faneite, los Arion, los Penso, los Curiel y muchas otras familias de origen curazoleño dejaron una huella en la memoria colectiva del coriano la que, poco a poco, se ha ido desdibujando hasta el punto de estar corriendo el peligro de desaparecer.
Entre los repicadores del tambor han sido salvados del olvido los nombres de María, Jacobo Arion, Francisco Polo, el Negro Yulio, Camilo Pirona (padre de la señora Ana Lucía, a quien hemos entrevistado y citamos en el presente trabajo) y
Ya a la altura de la década de los veinte del pasado siglo, María Chiquitín formó su grupo de tambor, el que parece haber contado con cantantes y bailarinas, entre los que se recuerda a Victoriano Veroes,
El tambor coriano parecería haberse silenciado después de la muerte de María Chiquitín. Se le escuchaba repicar esporádicamente, casi sólo en ocasión del primero de diciembre y del dos de enero. No obstante, lograron sobrevivir algunos grupos musicales, como los de José Morillo, Changó Stekman, Panchón Faneite, Hermenegildo Riera, Juan Ramón Piquito, “El Chino” Abraham Padilla, Jacobo “El Chuco” Valdés, “Chucho Cabeza”, Teófilo Tizo Faneite, Lino Palmora y Goyo Tabareco.
En la historia del tambor coriano hay una mujer singular que se ganó por muchas razones un sitio privilegiado en la historia de esta tradición musical. Se ha llegado a afirmar que ella fue una de los artífices de su renacimiento y, en efecto, Olga Camacho supo llenar con creces el vacío que sobrevino a aquel período en que tanto brillo alcanzó dicha práctica asociada al tambor gracias a la magia y a la gracia de aquella curazoleña fallecida antes reseñada. Olga lo revivió a golpe de constancia y de creatividad puesta a toda prueba; supo trasladar ese impulso a tamboreros calificados y dotados de gran excelencia y de la talla de Miguel Lugo, Joncho Manzanares y de Benigno Pachano quien, con su furro, que no es originario del tambor coriano, le imprimió más ritmo y más entusiasmo.
El propio Rafael Sánchez refiere haber sido el promotor de la señora Olga Camacho a nivel nacional a través de la televisión venezolana, en la que la presentó en varias ocasiones; asimismo, fue él quien grabó su primer disco, intitulado “El negro Katanga”, obra responsable de haberla hecho popular en todo el país.
La aparición de los barrios colindantes al denominado centro colonial de Coro obedece al proceso migratorio del campo a la ciudad que se produce en toda Venezuela y que, por lo demás, es propio de los países mal calificados de subdesarrollados. Su flujo es perfectamente visible de 1554 en adelante, con períodos de alza acentuada entre los años de
Según los dos autores cuya obra hemos glosado en esta sección*,
Otros autores también han afirmado que los barrios
En un artículo aparecido el 28 de agosto de 1986 en el periódico El Nacional se afirma que “el tambor veleño [sic] deja de escucharse por más de 20 años, hasta que Olga Camacho lo rescata y hoy en día puede escucharse en varios sectores de Coro”. Categóricamente se refiere a la existencia de un solo tipo de tambor, que es acompañado por el güiro, el cacho de venado, el cuatro, el furruco, las maracas y la charrasca. Existen tres formas de ejecutar el tambor: el golpe, el quiebre y repique.
La historia de algunos habitantes del barrio
*Estos autores citan a Miguel Acosta Saignes para amparar sus afirmaciones Vida de los esclavos negros de Venezuela. Valencia, 1984, página 268.
Temporá, temporá
Allá viene temporá
¿Qué será de mis muchachas?
Cuando llegue temporá.
El tema “Magdalena” está compuesto en versos que improvisan los cantadores durante las parrandas. Refiere la existencia de un señor que gustaba bailar todo tipo de música y para destacarse en el baile lo hacía pirueteando en un solo pie.
Magdaleno, Magdaleno
Bigote de escabellón
Prepárate Magdaleno
Pa que barras el fogón.
Ahí estaba yo
Bailando no sé qué
Y el tiempo de bailar tango
Lo bailaba en un solo pie.
En casi todas las canciones se percibe el humor y el gracejo propio del pueblo, más remarcados aún en la siguiente, en la que se lleva a términos de burla, con tintes de picardía, a la novia que asiste al acto solemne de las nupcias en la iglesia:
Cuando yo me fui a casar
A la iglesia por completo
El señor cura me dijo
Aquí tiene su esqueleto
Hueso no más tenía mi novia
Hueso no más.
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